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Mi Diario

Ago 29, 2011 | Institucional

Marzo 30, 2005; La gran sorpresa
Cuando me avisaron sobre el viaje, no supe qué decir, pues la emoción dentro de mí era inmensa, aunque no estaba muy seguro de si en verdad quería ir o quedarme. Fue entonces cuando mis padres decidieron preguntarme:” ¿Qué te parece?”, pero en realidad lo que yo anhelaba era que me preguntaran un…“¿Quieres ir?”. No me dieron tiempo suficiente para responderles ya que la sonrisa respondió por mí.

Mis padres terminaron de empacar todo. Alcancé a pensar que nos íbamos a mudar de nuevo, pero no era así, esta vez sólo nos íbamos de viaje. Sin embargo dentro de mis pensamientos revoloteaba una pregunta: “¿Por qué están empacando todo si solo nos vamos a ir un mes?”

Abril 1, 2005; El Gran Día

Por fin el día del viaje ha llegado, aunque en realidad ya no sé qué pensar, pues la visita que nos hizo anoche la familia de mi madre me dio la impresión de que ésta era una despedida; los familiares de mi edad me recalcaban que no volveríamos, aunque no les creía. No obstante hubo algo que me mantuvo inquieto toda la noche, la imagen de mi madre llorando mientras se abrazaba con mis tíos y tías. Entré en razón. Recordé todas las cosas que mis padres me estuvieron exigiendo durante los últimos meses como las clases de inglés, la insistencia en salidas y fiestas con mis compañeros de salón. En ese momento supe que ellos me estaban preparando para salir de mi país.  

Me di cuenta de todo esto un poco tarde, yo ya estaba en la sala de espera del aeropuerto mirando por la ventana buscando en cuál avión me iba a partir. Recuerdo muy bien que cuando me subí al avión, durante los primeros quince minutos  de vuelo me quedé mirando el techo de una forma estática, pensando en bobadas o como dicen mis padres “Pensando en la gallina de los huevos de oro”. La verdad era que me estaba desesperando, sabía que necesitaba hacer algo. Entonces me quedé mirando el techo durante media hora más; cuando no pude aguantar las ganas de moverme le pedí a mi mamá que me llevara al baño, no para hacer mis necesidades, sino porque necesitaba pararme y caminar. Me arrepentí de haberla despertado de su tranquilo estado de somnolencia ya que ella se levantó de mal genio, se paró y me llevó de la mano hasta la puerta del baño y me dijo:”No te demores. Cuando termines me llamas y luego te sientas a mi lado de nuevo”. Entré al baño, y me senté en el retrete y empecé a explorar el baño del avión, era un niño de 9 años, ¿qué más podía hacer? Me quedé ahí un buen rato hasta que sentí que el avión empezó a descender, acompañado por un fuerte golpe en la puerta, que me asustó, y seguido por un grito de mi madre, diciéndome:”Carajo, Benjamín José, usted ¿qué está haciendo ahí? Salga ya!”. Le abrí la puerta. Ella sorprendida abrió sus ojos y soltó una carcajada, al notar el desastre de papel higiénico y agua que había hecho. Camino a nuestros asientos, me regañó, mientras intentaba no soltar la risa. Treinta segundos después de lo sucedido me di cuenta que la suerte no estaba de mi lado, pues mi madre estaba enojada, el avión estaba aterrizando y a mí me dieron verdaderas ganas de usar el baño (esta vez lo usaría de forma apropiada). Cuando el avión aterrizó, lo primero que vi y escuché fue a un hombre de uniforme de policía, que me decía: “Welcome to the United States Sir.” Ese señor me dejo con la boca abierta pues no entendí ni pío de lo que me acababa de decir. Yo solamente me mantuve diciendo: “Yes, thank you”.

Agosto 2005, EL primer día

Después de 4 largos meses de estar aislado de la sociedad, entré al Tropical Elementary School, mi primer colegio en el extranjero, a cursar cuarto grado. Aunque de este colegio sólo recuerdo  el recibimiento acogedor, las miradas de “¿Quién es ese?” y recuerdo a mi gran amigo y traductor Gabriel, un niño puertorriqueño del que me burlaba por su incapacidad de pronunciar la letra R. Él fue una gran ayuda ya que en este colegio había muy poca gente que entendiera el español, él y yo hacíamos varias travesuras y tomábamos de provecho nuestra incapacidad de hablar el inglés correctamente. Entonces, nos burlábamos de los profesores en nuestro idioma y estos no podían entendernos. Por esos días conocí a un compañero peruano llamado Oscar, quien me mostró por primera vez la música reggaetón. Jamás la había escuchado, y en ese entonces me pareció algo grotesca. Él estaba obsesionado con los cantantes de esa música, pero qué le podía decir se convirtió en un gran amigo tanto de Miguel como mío. En el colegio estábamos siempre los tres juntos y ningún profesor nos separaba porque nuestra compañía era productiva. Esta amistad perduró por 2 años porque llegó el momento en que entramos a la escuela media que se encontraba frente a Tropical.

Agosto 2007, Un Nuevo Comienzo

Entré a la escuela media, Seminole Middle School, esta experiencia fue poco interesante, nos introdujeron a mis compañeros y a mí en el programa ESOL, hecho para estudiantes extranjeros que hablen español. Poco aprendí en estas clases, sólo nos mantenían encerrados haciendo ejercicios en los que nos preguntaban los colores de los carros, rutas y direcciones. Dentro de este programa me sentí como un tonto, junto a mis compañeros. Entonces decidimos pasar  la solicitud de traslado a las clases normales. Nosotros no sabíamos que para pasarnos teníamos que tomar un examen especial. Para nuestra sorpresa eran las mismas preguntas del color del carro y de  las direcciones. Llevábamos tres semanas de clase cuando presentamos el examen. Luego el colegio nos comunicó que habíamos pasado los tres el examen, pero que no nos podían cambiar hasta que el año terminara.

Dos días después de haber presentado el examen ESOL tuve una pelea. Yo caminaba tranquilamente, tal y como lo hacia todos los días, cuando dos muchachos de octavo grado empezaron a gritarme, a insultarme y a tirarme objetos. Los confronté y hasta recibí un golpe en la cabeza por parte de una niña.  Después de unos cuantos insultos de parte de ambos bandos uno de los niños se bajó de un bus y decidió darme una paliza. Durante todo el tiempo que yo estuve recibiendo los golpes de éste, solo podía escuchar a la niña riéndose y a mi agresor insultándome y diciéndome que me devolviera a mi país. Cuando no pude soportar más golpes y estuve a punto de caer éste me empujó contra las rejas de la planta eléctrica que se encontraba a mis espaldas y me tumbó mis anteojos. Yo no po&am;iaute;a hablar, sólo podía observar y escuchar lo que me decía mi atacante. En el momento que  él vio que yo no podía levantarme de nuevo, recogió mis gafas y me preguntó si las quería, poniéndomelas enfrente de mi cara. Con la fuerza que me quedaba en el brazo derecho, le  estiré mi mano pidiéndoselas. No entiendo porqué fue tan larga la caída de mis lentes. Se sintió como en una película de acción, el muchacho las había arrojado contra el piso, mientras él saltaba. Yo observé los lentes volar por todas partes, y poco a poco se desmoronaban. Nunca había recibido ninguna paliza por ese estilo en toda mi vida. Lo único que pude hacer fue quedarme ahí durante tres horas hasta que el vigilante me encontró con mi nariz y cejas sangrando, con el labio partido. Entonces, me levantó y me llevó a la rectoría. Llamaron a mis padres y me enviaron a casa. Al día siguiente asistí al colegio pero sólo para conversar de lo sucedido, el rector ordenó al policía del colegio arrestar a este niño por agresión física y discriminación. El colegio tomó la decisión de no expulsar a este cretino -por razones que jamás me explicaron-. El rector les sugirió a mis padres que lleváramos el caso a un tribunal ya que esto no lo permitía el colegio.

 

Septiembre 2007, El Día del Juicio

Tuve que ir a la corte que estaba ubicada a dos horas por carretera, estaba en Miami. Asistí ahí con un miedo tenaz, estaba tan nervioso que no era capaz de describir el incidente en inglés, así que el juez me pidió que lo describiera en español. Falté un día a clases, viajé dos horas para que el juez emitiera su juicio y solo ordenara al estudiante hacer  trabajos comunitarios y que me pagara las gafas, que por cierto, jamás me canceló. Mis padres decidieron retirarme del colegio ya que había ganado enemigos en los grados superiores, razón por la que nos mudamos a otra ciudad.

un mes después de haberme retirado del colegio, y de estar viviendo a una hora de distancia, deciden llamar a mis padres por la indisciplina que yo había causado en el mes de octubre. En esos momentos yo no estaba estudiando en Seminole, ya me había cambiado a Tequesta Trace Middle School. Pues bien, uno de los asistentes de rectoría me acusó de haber protagonizado  escenas frente a las niñas de sexto: Un mes después me enteré de que este señor era un tío del niño que me había agredido. ¿Coincidencia? De pronto, pues éste dijo que las niñas que habían dicho tenían sus nombres bajo protección y que me iban a denunciar por exposición pública a menores de edad. Esto me hizo llorar, pues yo no tenía ni la menor idea de los cargos que me hacían y ni siquiera porqué me estaban llamando si yo no estudiaba allí. Afortunadamente tuve tanto  a mis padres como al rector del colegio de mi lado, pues el único que no estaba enterado de mi ausencia en el colegio era mi acusador, mis padres me defendieron e insultaron a este…señor.

Mayo 2009, Otra vez la burra al trigo

“¿En qué lio me metí?”. Hace tres días le dí una tanda de golpes a un mexicano que se creía americano. ¡Qué tristeza! Este individuo me estuvo persiguiendo durante varios días con su grupo de amigos haciendo comentarios racistas de mí. Pero ese día me sacao d quicio, perseguí al líder de ellos y lo tacleé en una pequeña bajada llena de matas. Rodamos a través de ellas y terminamos en frente del lago. Mis acompañantes y los suyos bajaron rápidamente para presenciar la pelea. Mis amigos estaban seguros de que ganaría. Lo sujeté  con mi mano izquierda mientras que con la derecha le daba su merecido. Volví a casa nervioso, y pensando qué sucedería al día siguiente.

Mi primer día de suerte. Esa tarde no fui caminando a mi casa, Pablo me había ofrecido llevarme, pasé por el puente y vi unas treinta personas esperándome, pensé: “ normal, se van para una fiesta, hoy es viernes”. Inesperadamente, recibí una llamada de los vecinos que me acompañaban siempre. Parecían alarmados y me preguntaron: “¿ Benjamín, usted donde está?” Yo les contesté: “en el carro de Pablo, ¿por qué?” Me dijeron que las personas que había visto en el puente me estaban esperando para vengar a Douglas, el niño  con quien el  día anterior me había enfrentado.

El fin de semana, hablé con mi hermano Andrés para que me ayudara. Yo no estaba podía reunir a treinta personas a las cuatro de la tarde para pelear. Él me dijo que me ayudaría con mucho gusto. Como el lunes era festivo, yo pasé el día como cualquiera.

Al día siguiente, como lo había previsto, estaban todas esas personas esperándome en el puente. De repente me frenaron y un niño me preguntó si mi nombre era Benjamín. Yo asentí nerviosamente y él me dijo que tenía que esperar a Douglas, ya que él quería una revancha y si no lo hacía, los treinta que estaban allí, “me linchaban”. Cuando mi hermano escuchó esto no sé cómo ni cuándo llamó a sus amigos, quienes rápidamente aparecieron y se pararon frente a ellos. El niño le preguntó a mi hermano quién era, y él con su tono de voz lo más grave posible le respondió.

Todos los personajes que se encontraban allí saltaron del susto, ya que los equipos de Rugby y fútbol americano, eran los que me cuidaban la espalda.

Nos dirigimos al lugar del encuentro. Allí, el que intervenía en la pelea salía con un pésimo arreglo de cara.

En el camino observé cómo todos los llamados “amigos” de Douglas, se escaparon hasta dejarlo solo. Eso me causó mucha gracia, ya que me sentí seguro. Luego, él y yo fuimos al mismo lugar en el cual le había dado su merecido la semana pasada. Había mucha gente a mi lado gritando mi nombre y haciendo la ola. Fue muy cómico, hasta Douglas se reía, pero se negó a pelear y lo dejamos ir.

Él jueves de esa misma semana llegó  el policía del colegio a mi salón a sacarme de clase. Estuve muy confundido, pues nadie aparte de nosotros sabía lo del “encuentro” con Douglas. Aparentemente un vecino que observó la pelea desde el otro lado del lago fue quien dio aviso. La oficial me acusó de haberlo atacado y de ser injusto y de otras cosas que no habían sucedido. Ella no estaba enterada de la real situación y por ese motivo se mantuvo acusándome y diciéndome cuáles eran las graves consecuencias de mis actos: Me dijo que él me podía demandar y hacer que me deportaran pues yo era residente, no ciudadano estadounidense. Otra vez me hicieron llorar injustamente, pues me sentí acorralado por el policía y la situaci&oacen. Luego de una larga media hora de sermón, me dejo hablar. Cuando yo le expliqué los hechos, ella cambio de parecer e hizo que arrestaran a Douglas y lo llevaran a su casa esposado y que lo entregaran a sus padres. Me dijo que yo podía demandarlo por discriminación, pero que haría el problema mucho más grande, así que él y yo decidimos dejarlo de ese tamaño. Después de lo sucedido en esa semana, nadie en todo el colegio volvió a molestarme.

Junio 2009, De Regreso a Casa

Hace un mes que Andrés y mi padre se devolvieron a Colombia. Yo estaba listo para irme también, aunque no quería hacerlo. Era el día de regresar. Lo único en lo que podía pensar era en los recuerdos de mis amigos, las peleas, los videos, las experiencias de toda mi vida en el extranjero y en lo que me podía esperar en Colombia. Este viaje pasó volando, lloré demasiado, la verdad no quería volver.

Cuando llegué a Valledupar estuve pensando en cómo mis padres podían resarcir el daño hecho al haberme sacado de mi lugar de crecimiento, me di cuenta que era la cuarta vez que volvía a empezar una vida nueva, entonces me dije: “Vamos sólo una vez más”.

Finalmente, las travesías acabaron y hoy vivimos en Bucaramanga, la ciudad bonita.

Por: Benjamín José Carrascal Daza 10° B.

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