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Para ella nada es imposible, lleva 20 años en la UNAB y es una de las 33 doctoras de la Universidad 

Ago 14, 2023 | Facultad de Ingeniería, Gestión Humana

Es “patiamarilla”, como se le dice a quienes nacen en el municipio de Barichara en Santander, un término que se les atribuye por los nativos que permanecían con los pies descalzos sobre la tierra que tiene un característico color entre amarillo y rojizo.

Es la segunda de cuatro hermanas de la familia conformada por un agrónomo y una cajera del Banco Caja Agraria. Se graduó de bachiller del Colegio Custodio García Rovira del municipio de Málaga. Quería estudiar Psicología y se fue a vivir a Bogotá para hacer realidad ese sueño en la Universidad Católica. 

Estando en la capital del país, compartía apartamento con una joven que estudiaba psicología y ahí se dio cuenta que no era lo que se imaginaba. “Ella era lindísima y por la noche se ponía unas gafas super gordas y duraba días enteros leyendo documentos y yo dije no, no es lo mío”, recordó Maritza Liliana Calderón Benavides, docente titular de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB).

Cuenta Liliana que desde que estaba en el colegio le iba muy bien en las matemáticas, que las ciencias sociales no eran su fuerte, de hecho, en esas áreas los puntajes que obtuvo, en el Examen de Estado Icfes, fueron los más bajos. 

En Bogotá comenzó a conocer amigos que estudiaban Ingeniería de Sistemas, charlando de todo lo que se podría hacer, terminó estudiando lo mismo que ellos, pero en Bucaramanga. Empezó su formación profesional en la UNAB y “en realidad creo que fue la mejor decisión de mí vida. Desde la primera clase de algoritmos todo fue súper claro, yo fluía”, contó Calderón.

Inició su carrera en el segundo semestre de 1996. Le iba tan bien, que daba clases a sus compañeros de primer semestre, la buscaban para que les explicara y reforzara los temas. Considera que la vida la ha puesto en el lugar y momento adecuados para hacer las cosas que ha soñado, por las que ha trabajado y se ha esforzado por conseguir. “Tuve a mí hija mientras estudiaba, paré un semestre y al retomar habían llegado personas interesantes a la UNAB”, recordó.

Rememoró que en esa época estaba el Laboratorio de Cómputo Especializado que era como la Red Institucional, que se creó en medio de un convenio con el Tecnológico de Monterrey de México, para la maestría en Ciencias Computacionales. “Llegaron personas al laboratorio que era muy cercano con Red Institucional, varios doctores como Wilson Zúñiga, Miguel de Jesús Pérez Alcázar, Álvaro Arenas Johann Pinzón, Alina Fedossova y fue gente que desde la investigación hizo unas cosas muy importantes”, dijo. 

Incluso tuvo la oportunidad de que su proyecto de pregrado lo dirigiera el doctor Pérez Alcázar. “Cuando yo vi su hoja de vida y lo que él hacía en investigación como experto en base de datos, yo dije: eso es lo que yo quiero, quiero publicar, escribir, hacer cosas, viajar, conocer, tener la oportunidad de aportar con conocimiento a nuestros contextos”, expresó.

Siempre ha sido una persona inquieta y decidida, antes de graduarse como Ingeniera de Sistemas, participó en una convocatoria de jóvenes investigadores, para entonces, de Colciencias y resultó beneficiada. Recibió su título profesional en octubre de 2001 y se quedó trabajando en pendientes relacionados con su proyecto de grado para finalizar exitosamente ese ciclo.

Para continuar trabajando en la UNAB, surgió una cuestión inédita, crearon el cargo de auxiliar de investigación para Liliana y así estuvo unos meses hasta 2003. Sin embargo, la Institución le indicó que si quería continuar trabajando necesitaba saber que no tenían el cargo de investigador y que para ser docente debía estudiar una maestría y fue lo que hizo.  Para entonces, como anillo al dedo, se abrió una cohorte de la Maestría Virtual con el Tecnológico de Monterrey en Ciencias Computacionales.    

Tiempo después les aprobaron otro paper (artículo) y fue el que transformó su vida. Porque tuvo la oportunidad de ir a presentarlo a Nicosia, isla de Chipre. “Cuando nos aprobaban un paper el doctor Pérez Alcázar iba y los presentaba. En esa oportunidad dijimos no, con mi amiga Cristina González, con quien hicimos el trabajo de grado, tenemos el mismo recorrido, dijimos esta vez va a ir una de las dos, y nos fuimos empoderadas a hablar con él, le dije una de las dos va a ir a presentar el artículo y preguntó quién va a ir y le dije yo, dijo bueno, toca mirar si institucionalmente es viable. Lo primero es que vaya y hable con la directora de Relaciones Internacionales, María Teresa Camargo y lo que ella diga”. 

Habló con ella y le dijo claro, buenísimo, que le colaboraba en lo que necesitara, las cartas y recomendaciones. “Todo era color de rosa hasta que la doctora Camargo me dijo: “Yo solo tengo una pregunta, ¿hablamos inglés perfectamente Liliana? Y yo le dije no, y me dijo “Liliana hubiéramos empezado por ahí, no hay nada que hacer, no puede ir”. Y yo le dije: pero ya hicimos lo más difícil. Me dijo: “La universidad no va a enviar a una persona que saliendo de aquí le hablan en inglés o en otro idioma y queda perdida”. Me dijo “no, no va a ir, y yo ‘chille’ como una magdalena, “doctora, pero no es justo”. Me dijo: “Liliana la única manera de que usted vaya es que entre por esa puerta hablando inglés, si no, olvídese”, recordó entre risas. 

Y no se rindió. “Contraté a un amigo que estudió conmigo el pregrado y hablaba muy bien inglés, nos encontrábamos todos los días de 7 a 10 de la mañana durante casi tres meses. Le dije “no necesito escribirlo, necesito hablarlo” y yo llegué a la oficina de la doctora Camargo hablando inglés. Lloramos, la doctora no lo podía creer y entonces el doctor Víctor Manuel Sarmiento, quien era en ese momento el director de Investigaciones, hizo toda la gestión ante la Junta Directiva y la Rectoría para que la Universidad financiara mis pasajes para ir a Nicosia a presentar el artículo”, compartió. 

Desde entonces no ha cesado su pasión por la investigación. Como se dice popularmente, nada le queda grande. En 2010 obtuvo su título de doctorado. Ha liderado varios proyectos, en y desde la Universidad, de impacto regional como la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI) Estratégica de Oriente en una alianza de 12 instituciones de Santander. 

Actualmente, en la UNAB coordina la línea de informática del Doctorado en Ingeniería, lidera hace años el Grupo de Investigación en Tecnologías de Información, desde que empezaron a salir convocatorias para que la Universidad ejecute proyectos financiados con recursos del Sistema General de Regalías (SGR), ha participado en la construcción de ConeCTIon Santander, MuEBT Santander y actualmente está de lleno en el Centro de Desarrollo Tecnológico denominado Smart Regions Center.

Liliana este año obtuvo uno de los premios de Excelencia en la Investigación que se otorgan anualmente en el encuentro de profesores investigadores Ideas To Reality. “Agradezco a la Universidad porque ese tipo de reconocimientos lo animan a uno a continuar este tipo de acciones. De las ideas salen cosas que terminan impactando positivamente en las personas y en la región, eso me hace feliz”, expresó. 

En la UNAB hay 79 docentes con doctorado, 46 de ellos hombres y 33 mujeres, entre ellas Liliana, una mujer que hoy comparte su pasión por la investigación con la de vivir momentos sencillos en familia, con su hija que estudia Administración de Empresas y nieto, Jerónimo, que tiene 2 años, departiendo comida internacional hecha por ella, como la pasta, paella, sushi y más.  

“Yo creo que en mi formación, en mi familia lo que yo vi fue gente arriesgada, entonces eso lo marca a uno, a hacer cosas, luchar por lo que uno quiere hacer, por lo que uno quiere obtener. Les digo a mis estudiantes de primer semestre que sueñen y se pongan metas grandes, busquen referentes, dónde quisiera estar, qué quisiera hacer en la vida, y cuando ya están emocionados les digo: trabajen”. Porque un sueño sin acción se vuelve una frustración”, finalizó Liliana.

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