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Reserva para conservar el agua y la naturaleza

Mar 26, 2007 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por María Astrid Toscano
mtoscano2@unab.edu.co
Bucaramanga y el Área Metropolitana están rodeadas de montañas. A lo lejos se ven manchas verdes que pintan el horizonte, pero de cerca esas zonas poseen riquezas desconocidas para muchos.

Los territorios de las subcuencas del Río de Oro y el Río Manco en Piedecuesta parecen tener entre sus secretos el que garantiza el abastecimiento de agua para Bucaramanga y sus alrededores. Esta es una de las principales razones por las que la Corporación Autónoma para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga (CDMB), Piedecuestana de Servicios, la Alcaldía de Piedecuesta, la Asociación para la Conservación del Ecosistema Andino El Diviso (Asodiviso) y Conservación Internacional desarrollan un proyecto que propone declarar este sitio como Área Natural Protegida de la Región.

“Esa es una zona altamente frágil, de recarga acuífera de Piedecuesta y del Área Metropolitana. Es de suma prioridad entrar a delimitar y a proteger con acciones concretas”, manifiesta José Rosario Gutiérrez, campesino y consejero Municipal de Desarrollo Social de Piedecuesta.

El área, estimada en cuatro mil hectáreas, es un ecosistema alto andino que posee cuatro ríos de los cuales se extrae agua, animales en vía de extinción como el oso de anteojos, el tucán de montaña y el tigrillo; además bosques de roble y es utilizada como corredor de especies migratorias. Conservación Internacional dice que estos corredores “representan la estrategia fundamental para estimular los esfuerzos de conservación de la biodiversidad”.

Desde una mirada biológica y ambiental, la zona es relevante y merece ser considerada por las instituciones del Estado que se encargan de la conservación. Pero hay intereses de otro tipo en el proyecto. “El municipio busca que el área sea declarada protegida porque quiere conservar el agua, ese importante beneficio ambiental y sabe que puede venderla a buen precio. En esa medida, si los funcionarios establecen un área para cuidar, pueden asegurar de cierto modo el agua y mejorar sus ingresos por venta de servicios y bienes ambientales”, confiesa Daniel Rodríguez, biólogo y director técnico de la propuesta.

La disminución de los niveles mundiales del preciado líquido ha sido un tema de preocupación global que ha aumentado el estado de alerta en los últimos años, tanto así que la Organización de las Naciones Unidas conmemoró el 22 de marzo el Día Internacional del Agua con el eslogan “Afrontando la escasez del agua” y habla de problemas crónicos en 31 países.

Los secretos de las montañas

El proyecto entre sus objetivos tiene establecer un mapa con las características de la zona y clasificar las especies de fauna y flora con ayuda de los campesinos. Es decir, que los estudios del área los realizarán grupos compuestos por un biólogo profesional y un habitante local que practique la cacería o extracción de madera.

La ley obliga a la CDMB a realizar las investigaciones sobre animales y plantas, pues es la entidad encargada del manejo de los terrenos. “Si no está claro lo que tienes en el área, no sabes qué estás administrando y no puedes pedir cuentas. Además nuestro trópico es uno de los más desconocidos desde lo biológico y valdría la pena tener un acercamiento a lo que tenemos ahí solamente por cumplir con el sentido de saber qué hay, qué será lo que esconden esas montañas”, explica Rodríguez.

Campesinos, “dueños de las tierras”

Si bien hay beneficios biológicos y ambientales para la región, los dueños de los terrenos se verían afectados pues la ley colombiana prohíbe la explotación de las áreas naturales protegidas. Los propietarios de los terrenos o quienes los habitan son campesinos que han pasado la mayoría de sus vidas en las fincas de la zona. Es decir, que una vez el sector sea declarado como área de conservación, la población no podrá cultivar la tierra, talar árboles, cazar o realizar cualquier tipo de acción que ponga en riesgo el equilibro del ecosistema, de acuerdo con la normatividad de las categorías de manejo de áreas silvestres, basada en la Ley 2 de 1959.

“Si no se le apoya de alguna manera a la gente del sector, obviamente va a seguir depredando el bosque, así sea área protegida. Porque la gente dice: si yo no puedo sacar algo, de qué voy a vivir”, expresa José Rosario Gutiérrez. Por su parte, Daniel Rodríguez opina que “no creo que sea un derecho tumbar el bosque, aunque la gente dice es mi derecho porque es mi finca. Debe haber beneficios económicos relacionados con bienes y servicios ambientales. Esperamos también que haya algunos beneficios que puedan salir de la alcaldía y cosas como incentivos forestales, disminución o exención de impuestos”.

Leyes que protegen, pero no garantizan

En Colombia hay diversas formas de declarar un territorio como área de conservación. Quien lidera la tarea es el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Sinap), pero los departamentos y municipios también pueden establecer zonas protegidas. A pesar de que el Estado o cualquier otra institución reglamente la protección de un sector determinado, esa normatividad no es garantía de preservación.

“Uno de los puntos en contra es que hagamos un área protegida de papel, que al cabo de unos 20 años no exista”, comenta Rodríguez. El proyecto se ampara en la Ley Forestal y en la normatividad del Sinap y además propone un plan de trabajo participativo.

Rodríguez también dice que “debemos lograr que la gente vea la necesidad de su área protegida, la comunidad es la única que puede proteger, puede decir: no quiero que cacen en mi finca. La misma comunidad debería hacerse cargo de eso en la medida en que es una propuesta comunal, esperamos que los ciudadanos hagan eso.

De otra forma la Corporación o la Piedecuestana pueden nombrar un guardaparque, pero uno para 300 hectáreas, no sé hasta dónde sirva”.

El proyecto está en fase de socialización entre la población de la zona afectada. Los coordinadores de la propuesta saben que no es seguro que la población acuda a las reuniones citadas y tienen planeado ir de casa en casa para informarles. Vicente Pérez, habitante del sector opina que “la propuesta ‘tá’ interesante, tiene más cosas que malas. Es muy bueno por el lado de que uno aprende a utilizar más la parte donde vive, a cuidar más lo que tiene, lo que se hace”.

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