Tomado de El Mundo. Bernd Riegert. Corresponsal en Bruselas de DW. 5 julio 2021
Ciento treinta países han llegado a un acuerdo sobre la aplicación de un mejor sistema fiscal, bajo los auspicios de la OCDE. Esto podría ser una revolución colosal del sistema tributario para las grandes empresas, donde escapar a los paraísos fiscales ya no debería valer la pena para las grandes corporaciones. Por primera vez en 100 años, la comunidad mundial se pondría de acuerdo sobre una reestructuración radical del sistema fiscal que lo haría más justo para la economía mundial.
Las multinacionales ya no pagarían impuestos donde se registren para efectos fiscales, sino donde se generan sus ingresos. Esto afecta no sólo a las grandes gigantes estadounidenses de internet, como google y Amazon, sino también a corporaciones chinas y francesas y a empresas alemanas como Siemens y Volkswagen, que en un futuro tendrán que pagar más impuestos en sus mercados principales.
Por el momento, esto es sólo válido para las empresas altamente rentables, con ventas superiores a 20.000 millones de dólares. Sin embargo, se trata de una verdadera revolución que harán menos atractivos los modelos de evasión fiscal que ofrecen Luxemburgo, Irlanda y los países bajos y muchos paraísos financieros del caribe o las islas británicas del canal.
Como segundo pilar se introducirá un impuesto global mínimo del 15% sobre las utilidades, que inicialmente, se aplicará para las empresas con cifras de ventas superiores a los 750 millones de dólares. Con ello se pretende poner fin a la competencia entre los países con impuestos bajos. Incluso aquellos sospechosos como Panamá y las islas Caimán estuvieron de acuerdo.
Esta revolución tiene excepciones que reducen el éxito. Los grandes bancos y proveedores de servicios financieros han quedado exentos por la presión de Gran Bretaña, al igual que la industria petrolera, resultado del brillante cabildeo de Arabia Saudí, Rusia y multinacionales petroleras como Exxon. Para los Estados más pequeños, es decir los anteriores paraísos fiscales, existen normas especiales. Las inversiones en instalaciones de producción o centros logísticos sirven para reducir las obligaciones tributarias.
El acuerdo para la reforma fiscal mundial es voluntario y debe traducirse en leyes nacionales. Sin embargo, el grupo de los 20 Estados más importantes estará de acuerdo. Los países de la Unión Europea que se resisten (Irlanda, Hungría, Estonia y Chipre) probablemente no tengan más remedio que cooperar, porque, de lo contrario, podrían ser sancionados. El factor decisivo es la aprobación del congreso estadounidense. Esto no es seguro debido a la escasa mayoría del gobierno de Biden, pero es absolutamente necesario para la “revolución”.
Muchos detalles, así como el calendario de introducción del nuevo sistema fiscal, son todavía imprecisos y deben negociarse antes de la cumbre del G20en Roma en octubre de 2.021.Pero el avance hacia una fiscalidad mejor y más justa ya está en marcha. Sólo que ahora debemos estar atentos y observar si, al final, son los propietarios de las empresas o los clientes (es decir todos nosotros) quienes pagarán la factura fiscal a través de precios más altos.