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Riesgos cardiovasculares se pueden prevenir desde la infancia

Ago 15, 2005 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Ivonne Marcela Rodríguez
periodico15@unab.edu.co
El promedio de edad del primer infarto en Colombia es a los 52 años.
En los países desarrollados es a los 70. Así lo reveló
el estudio Interheart que se hizo en más de 50 países hace 8 años.
Investigaciones más recientes, como una del Hospital de Caldas (Manizales)
1996-2002, encontraron que el Infarto Agudo de Miocardio (IMA) ha aumentado
en las mujeres: en ellas es frecuente después de los 64 y en los hombres,
de los 59. Pero una nueva investigación incluye a los niños: ellos
también están en riesgo.

Se trata de un estudio que lleva por nombre ‘Asociación entre
el aumento progresivo del índice peso/talla y mayores niveles de Proteína
C Reactiva (PCR) en escolares sanos’. Profesionales de la Fundación
Cardiovascular (FCV) y de la Escuela de Nutrición de la Universidad Industrial
de Santander (UIS) demostraron que entre más alta era la relación
de la talla de los niños -entre más ‘gorditos’ estuvieran-
eran mayores los niveles de PCR, una sustancia pro inflamatoria y factor de
riesgo cardiovascular.

De los 315 niños sanos entre los 9 y los 10 años que analizó
la investigación, 78 presentaron los más altos niveles de ese
factor y de presión alta. Lo más curioso es que algunos menores,
sin ser obesos, también tenían elevada la PCR. Esta sustancia,
producida por el hígado y el tejido graso, disminuye el óxido
nítrico (que dilata las arterias) y favorece a otras sustancias que contraen
los vasos sanguíneos, explica Lina Patricia Pradilla, investigadora de
la FCV.

Cuando las sustancias pro inflamatorias activan las células de defensa,
estas últimas dañan el tejido que cubre los vasos sanguíneos
y que permite su dilatación (endotelio). Con el deterioro se facilita
la acumulación de grasa en las arterias que dificultan el paso de la
sangre y que producen las enfermedades cardiovasculares.

Polos opuestos llevarían a lo mismo
La obesidad en general y el bajo peso al nacer, aunque diferentes, serían
algo así como ‘puentes’ hacia las enfermedades cardiovasculares.
Elizabeth Herrera, nutrióloga infantil de la UIS, indica sobre el primer
aspecto que el tejido adiposo no sólo almacena grasas, sino que libera
sustancias pro inflamatorias: “Antes había un mayor porcentaje
de niños con desnutrición. Hoy la obesidad la supera porque los
hábitos alimentarios han cambiado”.

“Quisimos demostrar si había una correlación entre el bajo
peso al nacer y esas alteraciones metabólicas que llevan a una enfermedad
cardiovascular en el adulto”, añade Herrera. Pese a que esto no
se logró, Pradilla dice que otros estudios muestran que con el tiempo,
estos niños aumentan de peso más rápido y por tanto presentan
alteraciones en la regulación de la presión arterial con aumento
del riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Más que de sangre, de actitud y condición
Las enfermedades aparecen por dos factores: los genéticos y los ambientales.
Lina Patricia Pradilla comenta que, en el caso de las cardiovasculares, es el
segundo aspecto el que más influye para que éstas se desarrollen.
El ritmo de trabajo marca, por ejemplo, el tipo de alimentación: “Es
mucho más fácil llamar a un restaurante y pedir fritos”.

Pradilla expresa que este tipo de decisiones se dan de forma global. Esta idea
la confirma el estudio que se hizo hace 8 años en el mundo y que comprobó
que tanto países ricos como pobres no presentaban diferencias en las
frecuencias de tensión alta, consumo de verduras, tabaquismo, hipertensión
e hiperglicemia. Incluso, el sedentarismo era similar. Sólo la edad en
la que se producían los infartos (más temprana en los países
pobres), dejaba como conclusión que el grado de desarrollo correspondía
a las condiciones de salubridad.

¿Por qué? La investigadora manifiesta que las infecciones adquiridas
en condiciones de pobreza a falta de agua potable y de sistemas de alcantarillado
también elevan la PCR y otras sustancias inflamatorias que aumentan las
muertes por enfermedad cardiovascular.

Alternativas con un mismo fin
De la educación se derivan las soluciones, que van desde campañas
hasta la toma de conciencia. Elizabeth Herrera considera que ya demostrado el
aumento de la obesidad y su relación con la enfermedad cardiovascular,
es necesario saber qué otros factores de riesgo hay: alteraciones metabólicas
como aumento del colesterol, hipertensión y diabetes.

Atención interdisciplinaria en la población y fomento de la actividad
física son algunas formas para contrarrestar esta situación.

Para Pradilla es fundamental que quien ya tenga alguna enfermedad cardiovascular
cambie su estilo de vida y siga el tratamiento. La médico reconoce que
algunas de las drogas del Plan Obligatorio de Salud no son tan efectivas: “Esto
se sale de nuestras manos, es algo que el Gobierno debe evaluar”.

Lo que viene y lo que fue
El convenio con Colciencias que permitió el desarrollo de esta investigación
ya terminó. Sin embargo, los estudios relacionados con las enfermedades
cardiovasculares continúan.

A partir de este mes, la misma Fundación prevé empezar a coordinar
en el ámbito nacional otra investigación -liderada desde Canadá-
sobre los factores de riesgo cardiovascular en la población urbana y
rural. Cinco mil colombianos harán parte del estudio.

Durante el III Congreso Colombiano de Diabetes, realizado en Bogotá
el 21, 22 y 23 de julio, la investigación de la FCV-UIS obtuvo el primer
lugar entre otros 23 trabajos. El investigador principal del proyecto fue el
médico Patricio López en la época de director de Investigaciones
de la Facultad de Salud de la UIS.

Para López, director del Instituto de Investigaciones de la Fundación
Cardiovascular, el tema de las enfermedades cardiovasculares resulta alarmante
cuando cifras oficiales de 2002 revelaron que 50 mil colombianos murieron por
esta causa.

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