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Santander avanza en atención a víctimas de minas

Sep 27, 2010 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Diana Cantillo
dcantillo@unab.edu.co
La región santandereana fue hasta 2007 una de las cinco zonas del país mayor damnificadas en lo social y en lo económico debido al efecto nocivo  producido en la población por artefactos explosivos abandonados y por el uso de campos minados como estrategia para derribar el enemigo, otro actor de la guerra  que termina causando profundos daños a civiles colocándolos en situación de vulnerabilidad, estigmatización y discriminación.
Según información suministrada a la Vice Presidencia de la República por el Sistema de Gestión de Información sobre Actividades relativas a Minas Antipersonal (IMSMA, por sus siglas en inglés), de 1990 a 2010, en Santander 141 civiles se vieron afectados por un evento de este tipo. Los municipios más afectados fueron Barrancabermeja, Sabana de Torres, Suratá y Matanza.
 Esta situación hizo que el departamento entrara en un proceso de diagnóstico y mejoramiento del servicio médico que se les prestaba a las víctimas el cual se inició con la creación del único manual de atención médica inicial al sobreviviente que existe en Colombia, con el aval del Programa Presidencial de Acción Integral Contra Minas Antipersonal, que indica cuál es el manejo adecuado en cuanto a la identificación (atención por urgencias) y tratamiento de lesiones, y procedimientos de atención psicológica que se le deben practicar a un afectado por una Mina Antipersonal (MAP), Munición sin Explotar (Muse), Artefacto Explosivo Improvisado (AEI) y por un Resto Explosivo de Guerra (REG).
El manual lleva el nombre de Orientaciones básicas para la atención inicial a víctimas por material explosivo y fue elaborado por el Hospital Universitario de Santander (HUS), en cabeza de Luis Homero Álvarez quien es coordinador del programa de Atención Integral a Víctimas de las Minas Antipersonal, y el médico Javier Martínez, coordinador de urgencias, el Hospital Universitario San Vicente de Paul en Antioquia, la Fundación REI para la Rehabilitación Integral y Handicap International.
El objetivo de prestar servicio de atención médica integral a estas víctimas se ha venido materializando desde agosto de 2009, fecha en la que fue inaugurada la Unidad de Órtesis y Prótesis del HUS con una línea de ortopedia (corsé de columna, cuello ortopédico y férula de cadera y pierna),  prótesis (pierna, desarticulado de cadera, muñeca, antebrazo) y con una unidad de audiología.
El Taller surgió con una inversión de 393 millones de pesos, de los cuales el 263 millones fueron aportados por la embajada de Japón, 75 millones de pesos para la compra de materiales, donación hecha por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y el aporte de infraestructura y de materiales hecho por la Gobernación de Santander. A la fecha, asegura el coordinador Luis Álvarez, se ha invertido cerca de mil millones de pesos.
El proceso de elaboración de una prótesis dura aproximadamente 12 días y de acuerdo con Alejandro Campero Vélez, técnico de la Unidad, consiste en lo siguiente: “Primero se hace una valoración clínica, una toma de medida y un molde, con el cual se hacen las primeras pruebas. Segundo,   el procedimiento de plastificado, donde el molde negativo pasa a ser uno  positivo, es decir, el que va a utilizar la persona. Se realiza una prueba de socket, entonces el paciente lo aprueba o no de acuerdo como lo sienta, si no lo acepta se hacen más hasta que  éste dé su visto bueno.  Ya agotada esta parte, viene el armado de la prótesis y la acomodación de cada uno de sus módulos”.
Lo más importante, según Campero Vélez, es que el paciente cree una relación con su prótesis, ya que la función de ésta es la de reemplazar una parte del cuerpo.
Por eso es necesario que las víctimas la adquieran a su medida y no por donaciones, que, aunque de buena voluntad, hacen las alcaldías y secretarías de desarrollo social de los municipios; el requisito para ser entregadas es el de llenar un formulario con el cual se hace la evaluación médica  sin llevar un control de cómo responde el paciente ante la misma.
Es el caso de Gualdford Jesús Ferreira, quien llegó al Hospital Universitario con el fin de adaptarse a una prótesis que le había sido entregada siete años antes por la Alcaldía de Curití, lugar donde ocurrió el accidente a causa de un Muse.
Por medio de organizaciones que apoyan el sistema integral de atención médica a las víctimas y del Hospital Universitario de Santander, Gualford Ferreira estrenó hace poco una prótesis a su medida y su salud física y mental se han recuperado.
“Era un sufrimiento la anterior prótesis, se me caía y nunca pude adaptarme a ella. Ahora con ésta llevo una vida más tranquila y el proceso de adaptación está arrojando muy buenos resultados”, asegura Gualford Ferreira.
De acuerdo con el médico Álvarez, “en la mayoría de los casos, el daño causado en una persona por la explosión de una Mina Antipersonal (MAP) es la pérdida del miembro inferior, ya sea por encima o debajo de la rodilla. Las prótesis más difíciles de adquirir son las de miembro superior, porque son escasas”.
Vacíos en la ruta de atención
Aunque en la actualidad haya disminuido la cifra de víctimas en Santander –en lo corrido del año se ha presentado un accidente por MAP en Sabana de Torres- al hospital asisten santandereanos que han vivido sin prótesis durante varios años y que han visto en el taller una oportunidad para mejorar su calidad de vida. Por otra parte, la mayoría de las víctimas de otros departamentos llagan del sur de Bolívar.
A la fecha se han realizado 9 mil 200 sesiones físicas, respiratorias, fonoaudiólogas y ocupacionales, y se ha hecho entrega de 39 prótesis, cifra que pareciera insignificante teniendo en cuenta que en Colombia hay tres mil víctimas civiles.
Pero existen varios factores e inconvenientes, como la demora en los trámites, que impiden que muchos de los supervivientes logren integrarse a programas de ayuda humanitaria que les colaboren en ingresar a tratamientos médicos integrales.
Primero, la complejidad geográfica donde suceden estos accidentes hace que el paciente sea llevado después de seis u ocho horas a un hospital, lo que ha impedido salvar las vidas de muchos.
Segundo, la carencia de centros médicos en distintas partes del país que tengan los equipos, la infraestructura y el recurso humano especializado necesario para estos casos. Además del desconocimiento de técnicas necesarias para prestar primeros auxilios.
Tercero, por falta de información a los sobrevivientes acerca de sus derechos, algunos no reclaman los subsidios dados por el gobierno o, por el contrario, en zonas donde viven no hay cubrimiento de sus gastos para realizar el debido proceso de recuperación (transporte, alojamiento y alimentación) –ayuda humanitaria que ante el Fosyga.  
Por ese lugar han pasado hombres, mujeres, niños y ancianos, que a pesar de su situación de civiles cayeron en una de las tantas trampas que tiende el juego de la guerra. Algunos de ellos se han quedado para siempre y los otros saben que podrán volver cuando necesiten acudir al Hospital Universitario de Santander a citas médicas, terapias u operaciones, porque un sobreviviente de material explosivo se ve avocado a mantener un estricto control médico casi por toda la vida.
‘La Milagrosa’, como  los habitantes de este lugar llaman a su hogar, está ubicada en el municipio de Girón y su verdadero nombre es Finca El Tabacal y es un proyecto que surgió de Asutall, una empresa privada que lo creó para cumplir con el tema de la responsabilidad social pero que recibe el apoyo de organizaciones como Handicanp, Campaña Colombiana Contra Minas, la Cruz Roja Internacional y la Cruz Roja Colombiana.
A pesar de las buenas intenciones de algunos, la falta de información acerca de los derechos y la ruta de atención que deben seguir los sobrevivientes hacen que no sepan a dónde y a quién acudir después de esta experiencia traumática, lo cual los lleva a continuar un camino minado de intolerancia, discriminación social y laboral, en el que buscan valerse por ellos mismos.

Enrique Oviedo Salcedo es el capataz del Tabacal y llegó a este lugar como todos: una víctima de la guerra.
Oviedo, de 33 años, asegura que contar su historia lo hace sentir mejor y aunque reconoce que ya lo ha hecho en varias ocasiones, no se cansa de hacerlo porque, afirma, ésta puede servirle de espejo a otros.
A paso cansado, por la falta del talón de su pie derecho, se dirige hasta donde sus ‘hijas’ las gallinas, que lo rodean y, según él, lo saludan. Advierte que relatará su historia mientras que hace sus labores, porque “aquí hay mucho trabajo y muy poco tiempo, ahora más tarde llegarán otras dos personas”, e él quien está al frente de los proyectos productivos de la finca.
Un jueves santo de 2008, Enrique, junto con un compañero de la mina de oro donde trabajaba en Santa Rosa, Sur de Bolívar, se dirigía en una camioneta hasta una tienda para comprar remesas, decide bajarse a “estirar” el cuerpo cuando siente el estallido que lo dejó sordo por el momento pero no inconsciente.
“Mi compañero se bajó primero que yo de la camioneta, lo alcancé y le cogí ventaja… Prácticamente, le quité la mina de sus pies. Arrastrándome me fui hasta la carretera”.
 Este hombre fue trasladado al centro médico del corregimiento Los Canelos, después, al centro de Santa Rosa y por último llegó al Hospital Universitario de Santander. Allí conoció a Guillermo Gil y éste lo llevó a la ‘Milagrosa’. Allí duró un tiempo mientras tomó la decisión de no amputarse el pie y se practicó una operación que le construyó un remedo de talón.
Después de su recuperación, Enrique decidió volver a su tierra natal a buscar trabajo para mantenerse él y a su hijo, pero no valieron sus esfuerzos. Así que volvió al Tabacal, pero tuvo que dejar  a su hijo con la mamá, situación que lo acongoja.
Mientras que la vida pasa con el afán de cada día, Enrique como víctima de Mina Antipersonal (MAP) seguirá dando el apoyo a quienes que llegue a ‘la Milagrosa’, como una manera de retribuir “la misericordia de Dios y de personas de buen corazón que me te<

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