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Se deja seducir, pero no se entrega totalmente

Ene 22, 2015 | Institucional

Te prometí este cuaderno de trabajo y aquí te lo lleva Eduardo. No vale nada pero me gusta pensar que lo vas a guardar vos, que tan cerca has estado siempre de mis libros y de mi afecto”. Julio Cortázar 1963.

Con estas palabras, el  celebrado escritor argentino acompaña un  regalo hecho a su amiga Ana María Berrenechea, un cuaderno  y guía para la escritura de  Rayuela (casi nada).  Parafraseando a  Cortázar, el nodo Nororiente de REDLEES prometió este encuentro y aquí lo traemos hoy: No será el mejor pero nos gusta pensar que lo van a guardar, ustedes, tan cercanos a nuestros afectos y a nuestras tareas.

¿Por qué o para qué un encuentro de lectura y escritura en la educación Superior?  Alguien que pase por aquí de manera desprevenida podría preguntarse: ¿No es una tarea de la educación Básica o de la Media? La respuesta no se hace esperar.  La Universidad es uno de los escenarios de la sociedad (los otros  como la casa, los medios, la calle y hasta las iglesias también tienen la obligación) que debe insistir en ello ya que leer y escribir  son procesos mentales difíciles.

Leer implica enfrentar problemas complejos de contenido y de forma. Para enfrentar los primeros,  el lector debe tener un acervo de información previa, unos prerrequisitos que le permitan completar los vacíos del texto, lo que el autor da por sabido. Par enfrentar los segundos, los de forma, el lector debe traducir metáforas, leer guiños tipográficos, invertir ironías, reducir hipérboles… Leer implica una sintonía íntima con el autor. El que lea Whitman es Whitman.  Quien lee Sandor Marai es Marai.

Como si fuera poco, el lector  —al menos el lector de páginas editoriales, ensayos, monografías…— debe desarrollar un sentido crítico. Separar el ojo de lo ruin, lo miserable.  Estar prevenido contra el poder de persuasión del autor. Para decirlo en términos galantes, el lector juega a dejarse seducir, y colabora con la empresa  pero no se entrega nunca totalmente. Es un cómplice condicional.

Y escribir, quien lo intentó lo sabe, nos cuesta  más porque las rutinas académicas nos exigen muchas más lecturas que ejercicios de escritura. Por cada cien páginas de lectura, escribimos una o dos.

De otra parte y en cuanto a la oralidad, el mundo privilegia el discurso oral porque es el que entrega más información con menos elementos. Nada, ni las imágenes, ni la música, ni los gestos logran ceñir la realidad y el pensamiento con tanta precisión como lo hacen esos diez dígitos y esos veinte tantos caracteres del abecedario. Con estos signos, la especie pregunta y enseña, negocia y conversa, injuria y halaga, fecha y calcula, ora, maldice y seduce.

Por estas y otras razones más, el Quinto Encuentro Nacional y Sexto Internacional  de lectura y escritura en la Educación Superior  (2014) se ocupará,  junto con los colegas de Brasil, de  estas tareas y de esas entidades tenues y poderosas a la vez, las palabras.

            

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