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Trabajo infantil, maltrato invisible

Jul 15, 2006 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

“Buenos días damas y caballeros. Disculpen si les quito cinco minuticos de su apreciado tiempo. En el día de hoy vengo a ofrecerles un rico y delicioso dulce que podrán disfrutar por el módico precio de 500 pesitos. Con la monedita que les salga de su corazón podré pagarme los estudios y ayudar a mi familia. Les pido por favor que no boten los papeles al suelo para que el conductor me deje seguir trabajando honradamente. Muchas gracias por su colaboración”

Constantemente se ve esta escena en los buses, aunque no es únicamente allí donde se da. El trabajo infantil adquiere distintas formas y presentaciones. Un documento del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, plantea que “algunas de las peores formas de trabajo infantil son: comercio callejero, explotación sexual comercial, trabajo infantil doméstico y niños en el conflicto armado”. Es común también la indiferencia hacia los niños que cumplen responsabilidades de adultos; trabajos que, en muchos casos, atentan contra sus propios derechos. Marlene Cadena, miembro del Comité para la Erradicación del Trabajo Infantil en Santander, asegura que “vemos diariamente a niños trabajadores, pero ya es tan corriente, que se nos hace lo más normal del mundo; son invisibles para nosotros”. Una de las causas por la que los niños trabajan es para colaborar con la economía familiar. “Son niños de familias numerosas, donde la madre es cabeza de hogar”, afirma Cadena. “Otras veces, la misma economía del mercado los motiva, porque quieren vestirse mejor. Pero la mayoría de veces es por el aporte económico”, añade.
También lo hacen por creencias de los padres. Muchos adultos piensan que si sus hijos trabajan desde pequeños, se formarán mejor para la vida. Frases como “yo siempre fui un niño trabajador y míreme, no me ha pasado nada”, son comunes cuando se habla de eliminar el trabajo infantil, aunque no se piensa que se desmejora la condición de vida del niño. En el área rural, la situación es más crítica.

Los niños sufren por adelantado
El trabajo infantil trae graves consecuencias para la salud física y mental. Según investigaciones del ICBF, los niños trabajadores “sufren de enfermedades crónicas, retraso en el crecimiento, agotamiento físico, abusos, heridas, quemaduras y amputaciones, dolor en las articulaciones y malformaciones óseas”.

Las repercusiones económicas de este tipo de maltratos son también contundentes. Una de ellas es el empobrecimiento a largo plazo, porque a menor grado de escolaridad, menor sueldo en el futuro. Los niños que trabajan no suelen estudiar, ya sea porque no tienen posibilidades de hacerlo o porque el trabajo requiere de mucho esfuerzo y no resisten dos jornadas (laboral y escolar) a la vez. Además, su ayuda económica para la familia no es mucha, puesto que las sumas que reciben son irrisorias. Además, los niños no pueden denunciar a sus explotadores porque el trabajo para los menores de 16 años es ilegal. Entonces, continúan en este ambiente hostil, dada la necesidad que tienen de no llegar a casa con las manos vacías.

Por su parte, el comandante encargado de la Policía en Santander, coronel Nicolás Muñoz, quien estuvo en la jornada del 15 de junio, Día Mundial de la no Violencia Contra los Niños, asegura que con el trabajo infantil se benefician las “redes de explotadores de menores y los adultos que castigan a sus propios hijos para pedir limosna y ejercer actividades que no están de acuerdo con la dignidad de un menor”.

Los de la calle
también son niños

“Le pregunté: venga mano, ¿usted por qué se voló de la casa? ¿A los cuántos años fue que vino? Él me dijo: yo me vine desde los siete años porque mi padrastro me cascaba. Nada de comida, sólo pata y puño”, comenta Juan Bautista Ariza, quien atiende un kiosco en la avenida Quebradaseca, donde se reúnen niños y adultos indigentes.
Los niños que viven en la calle son desplazados, pero no a causa del conflicto armado, sino por otro tipo de desalojo a la fuerza.

Los niños escapan para evitar los abusos; pero, por el contrario, estas violaciones no cesan porque no tienen un hogar donde sentirse protegidos. “Los niños de la calle sienten que no le preocuparon a nadie. La condición que los sacó de sus casas se refuerza cuando están afuera. No pueden entrar a sitios públicos y la gente los rechaza”, dice Raquel Méndez, de la ONG Dignificándonos.

Culturalmente se cree que estos pequeños, por ser marginados sociales, dejan de ser niños. “Toda esa situación de violencia hace que muchos se escuden en sustancias psicoactivas, como un aislamiento de la situación problema en la que están”, continúa. Caras manchadas, ropa sucia, raspaduras y heridas sin sanar… su apariencia les limita la solidaridad y la oportunidad de tener manos amigas.

La Policía Nacional plantea operativos que, según el coronel Muñoz, “se están realizando permanentemente para sacar de las calles a los menores que están siendo explotados, maltratados y utilizados para mendigar. Se les recoge, se les presta una asistencia y se les traslada al ICBF”.

Sin embargo, la versión de Dignificándonos, basada en testimonios directos de los niños y niñas es otra: “Ellos comentan que a veces hay abuso de autoridad por parte de la Policía. Hemos analizado que, en alguna medida, los policías tienen tipificados a los niños de la calle y de una vez asumen que son consumidores de droga. Entonces, normalmente, se acercan al niño como partiendo de que es una persona infractora de la ley. En esa medida, lo abordan con contacto físico o palabras fuertes”.

Respecto a ello, el coronel Ricardo Mejía, Comandante Operativo de la Policía de Santander, afirma que “son hechos aislados. Por ejemplo, un menor que está bajo la ingesta de licor y estupefacientes y tiene un comportamiento impulsivo, muchas veces él mismo se causa los golpes cuando lo subimos a una patrulla y lo llevamos a la estación. Ya cuando despierta de ese estado psicoactivo después de tres o cuatro horas, se siente golpeado y dice: claro, fue la Policía”. Y agrega: “Si nosotros detectamos, con nombres propios, que hay algunos casos excepcionales, de inmediato les aplicamos a los uniformados el estatuto disciplinario”.

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