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Una familia en tierra ajena por las balas

Jun 15, 2006 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Andrés Felipe Valenzuela y Paola Hurtado
avalenzuela@unab.edu.co

Son las once de la mañana. El tráfico se hace insoportable e inunda la ciudad bajo un ruido que ensordece a los transeúntes que recorren el centro de Bucaramanga, entre la calle 36 con carrera 18. Sobre la acera, se encuentra una mujer robusta de piel negra sentada con las piernas estiradas, una sobre la otra.

Su nombre es Luz Eli Palacio y junto a ella están sus tres hermanas menores, que no pasan de los 12 años de edad. Ellas, sin percatarse de la horrible depresión que expresa el rostro de Luz Eli juguetean echando carcajadas en medio de la calle.

Como si no fuera suficiente carga tres hermanas menores de edad, Luz Eli lleva una responsabilidad más: su hijo Víctor Manuel, de un año. Esta familia es una más de tantas que han sido afectadas por el flagelo de la violencia en el país.

Llegaron a Bucaramanga hace 7 meses huyendo de las balas que los perseguían en su pueblo, Unguía, en ese departamento olvidado llamado Chocó. Con una mirada que no refleja sino la incertidumbre de esas personas que son apartadas de sus raíces, Luz Eli saluda con una expresión de nostalgia en su rostro: ?Buenos días, ¿Me regala una colaboración? Somos desplazados de Unguía, Chocó?.

Con las manos llenas de manchas y cicatrices, Luz Eli recibe la limosna que pidió con una gratificante sonrisa y agradece con un sentimiento de satisfacción. Con las uñas llenas de tierra y hollín, esta joven madre acomoda a su hijo Víctor Manuel sobre una toalla vieja extendida en el piso que a esa hora se calienta.

Cada peatón que pasa mira hacia abajo y en ocasiones regala algunas monedas. Fueron más las frases que esta mujer repitió que las monedas recibidas en toda la mañana. Se acercaba el mediodía y la preocupación de la familia Palacio se hacía más notoria; no habían recogido el dinero suficiente para almorzar.

Las tres hermanas de Luz Eli empezaron a demostrar el hambre, saltaron de un lado a otro y atravesaron la calle en busca de un alma caritativa que les regalara alguna moneda para un pan, pero el vaso del dinero no se llenó nunca.

Esta situación se vive en un contexto social que no debe ser ajeno; según el Informe Regional de la Corporación para el Desarrollo del Oriente, aproximadamente 10.000 familias sobreviven en los alrededores del área metropolitana de Bucaramanga en demanda de sus derechos, la reparación y la justicia por haber sido desarraigados. Gran parte de estas familias viven en la indigencia y, como los Palacio, pasan días luchando contra la indiferencia de quienes cada vez más se abstienen de colaborar con la causa de los desplazados por la violencia.

Invadidos por el miedo

?A nosotros nos tocó venirnos para acá porque en Unguía la cosa estaba violenta, se enfrentaban no sé si la guerrilla o los paramilitares con la policía y el ejército y para que no nos pasara nada nos fuimos de ahí. Cogimos algunas cosas, y con mi mamá, mi esposo, mi hijo y mis tres hermanitas salimos del pueblo?.

Los ojos de Luz Eli demuestran el maltrato, el temor de sus aterradoras vivencias y una historia triste que aún no concluye. Como una típica familia del Chocó, la suya trabajaba en actividades agropecuaria. Mientras el esposo de Luz Eli madrugaba diariamente a tirar la red para procurar el sustento, ella se dedicaba a las labores del hogar.

?Nosotros antes vivíamos bien. La vida aquí es muy dura. A veces dormimos sin comer y la gente lo mira a uno como si fuera un pedazo de algo ahí tirado?. Hoy con nostalgia y desilusión recuerda esas actividades que hace siete meses les fueron arrebatadas por los actores armados y el olvido del Estado, que según Luz Eli, los tienen desamparados.

Las causas del desplazamiento y la crisis humanitaria se centran, según datos de Pastoral Social, en la violación de los derechos por parte de los grupos alzados en armas. El 64% del desplazamiento en el país se debe a la presencia de paramilitares y el 32% a grupos guerrilleros que se apoderan de las tierras de manera violenta.

Así pasó con la familia Palacio, nadie les dijo que sus tierras, su casa, sus cultivos, sus animales y sus demás pertenencias podían pasar a manos de otros sin ningún consentimiento.

?A mí no me dijeron nada, me mataron un primo y eso nos hizo salir corriendo. No sé quién lo mató, si los paracos , la guerrilla o el ejército? , dijo Luz Eli con una mirada triste, sin embargo, su sonrisa enternecedora demostró el coraje de varias de las familias que viven la situación de violencia en Chocó.

Extrañando el hogar

El hambre las hacía languidecer. A las tres de la tarde, las hermanas de Luz Eli amarraron las dos bolsas plásticas que no contenían más de cuatro prendas de vestir. Recogieron la toalla que ahora se veía más vieja que de costumbre y se echaron a Víctor Manuel al hombro, mientras buscaban dónde almorzar, de acuerdo con su presupuesto, que no alcanzaba los 13.000 pesos.

En ese momento mientras la familia Palacio recorría la calle 36 Luz Eli con su estómago vacío, asintió con una voz tímida y débil: ?Me gustaría volver al pueblo, que mi familia pescara y estar tranquilos allá; que no maltrataran a mi familia, vivir en paz? yo no quiero seguir aquí porque la gente cree que uno viene a robar y a hacer daño. Nadie lo ayuda a uno?.

Los desplazados como Luz Eli evidencian la injusticia social que vive el país, en la que unas 23.000 personas desplazadas entre los años 1995 y 2005 están ubicadas en diferentes sectores del área metropolitana de Bucaramanga.

Es una realidad que encierra nuestra ciudad y es la realidad de miles de desplazados que, como la familia Palacio, buscan el refugio y la protección que perdieron en sus tierras, debido a las balas que disparan los grupos alzados en armas durante sus enfrentamientos, en los que la población civil es la afectada.

 

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