Seleccionar página

Una película para pesadillar y para soñar

Oct 11, 2010 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Javier Ferreira
jferreira4@unab.edu.co
Tuvo que ser galardonada y apoyada con fondos de promoción de cine como Cannes, Berlín, Suiza, Francia y la beca de escritura de la Fundación Carolina (España), entre otros estímulos, para llegar a Colombia con algún prestigio y despertar el interés del público. “La sociedad del semáforo” es el primer largometraje de Rubén Mendoza, quien ‘descrestó’ con el cortometraje “La cerca” (2004) cuando tenía 24 años, y que lo perfiló como una de las promesas del cine nacional, aunque él no crea en eso del “cine nacional”.
La expectativa que ha despertado con este largo (en el que invirtió cinco años de trabajo) ha sido grande, producto de la amplia difusión que ha tenido en los medios de comunicación. Al público le queda valorar y calificar el resultado final, aunque a Mendoza eso poco le interesa. “Yo no espero nada. Será bueno si el público la acepta y le gusta. El que espera se frustra y el que tiene expectativas sufre. Entonces estoy libre de eso. Yo digo que no hago cine para el público, pero tampoco para la crítica”, dice.
Define su película como una obra “para ‘pesadillar’ y para soñar. Que se mueve en los reinos de la más eufórica y preciosa realidad”.
Se trata de la historia de un reciclador que vive en Bogotá luego de huir de la violencia del pacífico colombiano (Raúl Tréllez). Él está obsesionado con la idea de alterar la duración del rojo en el semáforo para poder montar espectáculos más largos. “En la ‘peli’ aparecen mendigos, malabaristas y artistas que conviven en un cruce de calles”. ‘Cienfuegos’ es otro de los personajes, el mandamás de la esquina, “quien no quiere nada con Tréllez”, dice el director.
En este escenario se desarrolla una trama de la que no se han dado más pistas, en la que “chocan los estratos de la sociedad. Donde está cómo hace el amor un ‘ñero’, cómo rumbea, cómo se la juega, cómo traiciona, cómo quiere”, señala el director.
Quienes ya tuvieron la oportunidad de verla en los cines de  Bogotá (a donde siempre llegan las películas más promovidas y galardonadas) dividen sus opiniones en cuanto al resultado.
Según el Fondo Mixto de Promoción Cinematográfica Proimágenes en Movimiento, en el primer fin de semana en cartelera la película tuvo 10.040 espectadores, con una distribución de 16 copias en el país. Del 24 al 30 de septiembre fue vista por 16.500 personas, cifra que no es muy grande pero que también depende de la cantidad de copias que se distribuyen. Como comparativo, la película “Sin tetas no hay paraíso”, que tiene 70 copias en el país, ha recibido 70.000 espectadores.

Actores ‘naturales’
Para “La sociedad del semáforo”, Mendoza hizo una convocatoria a la que podía presentarse todo aquel que no hubiera estudiado actuación. “Actores de la televisión nacional… ¡A kilómetros!” decía la invitación. Y así se hizo. “Los actores son personas, y cualquier persona que esté frente a una cámara actúa, altera la realidad, como lo estoy haciendo yo en este momento. Es gente que no estudió para actor, pero desarrollamos técnicas y sobre todo le apostamos a la química inicial y a un entrenamiento actoral.”, explica.
Aclara que los personajes no se representan a ellos mismos. Cuando uno le apuesta a la química puede desarrollar dispositivos para que el actor se adapte a lo que uno pensó para el personaje”.
La promoción por el país la ha tenido que hacer el director. No cuenta ya con los actores que trabajaron en su película, así que la responsabilidad de hablar de ella, de invitar a verla y de contar cómo fue el proceso para realizarla es un peso que cae sobre su espalda. Por eso no duda en rebautizar su película como “La saciedad del semáforo’. En este momento estoy algo hastiado de verla, y de responder de la misma manera las entrevistas. Pero también siento mucha alegría y agradecimiento con la vida que me permite estar acá presenciado mi trabajo y el de tantas manos”.
En su ópera prima se confunden la vida y la muerte, que para Mendoza son lo mismo. “La muerte es el renacimiento siempre. Es un síntoma, y a veces un síntoma más tranquilo”.

Los que creyeron
“La sociedad del semáforo” recibió estímulos de fondos internacionales en su mayoría, y dos nacionales. “Aquí hubo dos premios grandes, uno del Ministerio de Cultura, pero fue el más pequeño que se dio a una película de las 10 ganadoras porque no era muy viable; sin embargo es la única que se terminó de las otras nueve seleccionadas como viables”, recalca el director colombiano.
Atribuye los estímulos ganados a “un texto muy seductor, pero también al trabajo juicioso de los productores (Daniel García, Diana Camargo y el mismo Mendoza). Teníamos claro que no nos íbamos a dejar manosear la película por Europa y por eso estamos pagando el precio de la crítica”, señala.
En cuanto al apoyo nacional cita al director de cine alemán Herzog Wener, poniéndolo en este contexto: “Colombia siempre desprecia a sus poetas (…) Uno tiene que estar acostumbrado al fracaso y al desprecio. Y uno tiene que entenderlo así. Este es un país que no quiere su cultura y que tiene otras prioridades, que tampoco atiende, y tiene deficiencias morales por donde lo vea”.

En cines o semáforos
No le molesta la idea de ver su película expuesta en los semáforos del país, pero dice que preferiría que estos ‘piratas’ se pusieran en contacto con los realizadores para hacer la distribución informal. “La piratería me parece bien. Es una forma buena de distribuir. Ellos deberían ser más generosos y contactar a los que hacen las películas. Es bueno que se difundan sin pudores”.

La música de Velandia
En el sonido y musicalización de la película está el artista santandereano Edson Velandia, quien compuso más de 30 piezas musicales e incidentales para ambientar sonoramente cada momento de “La sociedad…”. “Nosotros tenemos una hermandad milenaria, y ha sido un milagro la llegada de su talento a mi obra. Es una bendición. La música es el lenguaje máximo, y que Edson me preste un pedazo de ese talento ha hecho crecer mis producciones”, manifiesta Rubén Mendoza.
El músico agrega que en este proceso ha aprendido y ha crecido como artista. “El cine se compone de la fotografía y el sonido, y eso incluye también a veces la música. Lo importante es que el músico se valga del sonido del ambiente, tal vez por eso la banda que suena es de vientos, porque a veces se confunden con los pitos de la calle. Lo mejor del cine es cuando la música no se escucha (…) Toda la música fue pensada para la imagen; no para un disco ni para tocarla en vivo. Hay piezas de un minuto y otras de 20 segundos, pensadas para una toma un plano o un momento”, indica Velandia.
En Bucaramanga se espera que “La sociedad del semáforo” entre a la cartelera a partir de la segunda semana de octubre.

Ir al contenido