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Cuando China estornuda, el mundo se resfría

Mar 27, 2020 | Derecho, economía y negocios, En la UNAB nos cuidamos

Reflexión académica sobre el impacto económico de la pandemia COVID-19 

Por: Jhon Díaz

Director programa Economía 

Cuando China estornuda, el mundo se resfría. Este dicho siempre se repite en conferencias y foros para resaltar la influencia del país asiático en la economía mundial. Durante 2019 China creció alrededor del 6 % mientras el crecimiento económico global fue del 2.9 %. Su participación en la industria global es del 20 % y en el comercio internacional (exportaciones e importaciones) del 12 %. Cualquier hecho positivo o negativo en su economía tiene implicaciones globales. 

A principios de año cuando el foco del covid-19 se concentraba en China la desaceleración de la gran mayoría de actividades industriales, comerciales y logísticas significó una reducción de su demanda por petróleo, lo que, sumado a la sobreoferta de este desde hace unos meses, provocó que el precio iniciara el descenso desde los USD $50 el barril a principios de febrero a los USD $26 de hoy en día; una caída de 48 %. Si a lo anterior, se suma el juego geopolítico entre los países miembros de la OPEP, principalmente entre Rusia y Arabia Saudita, se configura la tormenta perfecta para justificar la enorme caída del precio del petróleo que parece no tener piso aún. 

La expansión del virus por todo el mundo, la declaratoria por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de pandemia y las escenas dramáticas que llegan desde Italia o España, han causado una gran incertidumbre global que sin duda tendrá repercusiones en todos los eslabones de la economía. El comercio internacional está reducido al mínimo, se restringe la movilidad de personas entre países, muchas industrias se encuentran paralizadas y los gobiernos toman drásticas medidas para evitar el contagio de su población.  

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) calcula que en el mejor de los escenarios el crecimiento mundial caerá de 2.9 % a 2.4 % (-0.5%) en 2020, sí y solo sí, China supera el pico de la pandemia en el primer cuatrimestre y en el resto del mundo se logra contener el virus. Si esto último demora en ocurrir, el crecimiento global esperado será de 1.5 %, lo que significa una caída de más de la mitad de la estimación inicial. En cualquier caso, la disminución en la confianza en los mercados financieros, que se expresa en las caídas de los índices bursátiles, la desaceleración que sufrirán todas las actividades asociadas a los viajes de negocios y turísticos, y la interrupción de las cadenas de suministro llevan necesariamente a que el crecimiento económico de todas las economías sea revisado a la baja. El Fondo Monetario Internacional no es tan optimista. Su estimación es que la crisis derivada del Covid-19 sea tan grave a la crisis financiera de 2008 y cree que el crecimiento global puede ser negativos entre un -1% y -2%. Aun así, espera que todas las medidas económicas que están tomando los gobiernos ayuden a una recuperación en 2021. 

Los efectos sociales de la pandemia también serán de dimensiones importantes. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) cree que la población pobre en América Latina y el Caribe crezca en 35 millones de personas. En este caso, las economías más vulnerables son aquellas que tienen un componente de actividades informales grande. Los países y gobiernos locales tendrán menor margen de maniobra en el gasto público que, sí o sí, debe reasignar sus prioridades al cubrimiento de las necesidades de la población más vulnerable. Sus medidas económicas sin duda alguna también alcanzarán a las empresas que no cuenten con el músculo financiero para soportar estas semanas. La protección y auxilio a las pequeñas y medianas empresas será crucial para mantener empleos y una dinámica que permita una recuperación posterior. 

Las medidas económicas y sociales deben iniciar su ejecución rápidamente de tal manera que sus efectos también se empiecen a notar desde ya. La acción colectiva, la cooperación, el bienestar común y todas las iniciativas que permiten beneficiar a la sociedad en general, tendrán que primar sobre interés individuales. Solo de esta manera, la confianza económica regresará, los efectos adversos sociales se podrán minimizar o reversar, y tal vez, también nuestro comportamiento como colectivo mejore. 

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